«¡Ayúdame, hermana!»
«No tengo trabajo. Tengo hijos. No tenemos comida. No podemos pagar el alquiler. Es muy duro. Por favor, ayúdenme».
Nuestros celulares están llenos de mensajes como este, que provienen de personas que no conocemos. Podemos ayudar a algunos llevándoles bolsas de comida, pero otros están demasiado lejos. La pandemia por el COVID-19 ha hecho que la vida sea extremadamente difícil para nuestros amigos Rohingya.
Mohamad es un joven padre que intenta mantener a su familia. Cuando empezó la pandemia, perdió su empleo como pintor y desde hace más de un año, no ha podido encontrar un trabajo estable. Su mujer, Hasina, me cuenta que está muy estresado. Los pañales para el nuevo bebé son caros, quiere enviar dinero a su hermano, quien está muy enfermo y también quiere ahorrar dinero para enviar a su hijo a la escuela. Sin embargo, apenas pueden pagar el alquiler cada mes. Lamentablemente, esta es la realidad para la mayoría de nuestros amigos Rohingya. Ellos son los primeros en perder su trabajo y los últimos en ser contratados de nuevo.
Durante la pandemia, el odio hacia los Rohingya se ha incrementado por parte de la población local y del gobierno. Rumena no tiene tarjeta de identificación de refugiado y tiene mucho miedo porque ha oído hablar de arrestos policiales en edificios de apartamentos como el suyo. Abdul nos contó que la policía vino a su tienda hace unos días, quienes le dijeron que lo detendrían si lo veían trabajando allí de nuevo. Ya ha estado en el centro de detención y no quiere volver. ¿Qué puede hacer?
Oremos:
– Para que Dios lo proteja del virus y de la ignorancia de la gente que no entiende la situación de los Rohingya.
– Que Dios utilice este tiempo difícil para ablandar los corazones hacia Él.
– Por la perseverancia de los trabajadores que están tratando de cubrir tantas necesidades