Sentados en el suelo, observábamos cómo sus hijas, de 3 y 4 años, dibujaban y coloreaban en cuadernos de preescolar. Mi visita a Aishya fue similar a otras veces: nos sentamos en el piso, los niños colorearon y jugaron, y charlamos mientras disfrutábamos de una bebida con sabor a Mango.
“Me han pegado toda la vida”, afirmó Aishya en voz baja. “Primero, mi padre. Ahora, por mi marido. Me han pegado toda la vida”;, repitió.
Antes de responder, me quedé en silencio sentada por un par de minuetos. Con el tiempo, he aprendido que sentarse con alguien en su tristeza le ayuda a sentirse escuchado y visto. “Lo sé. Y lo siento”, dije, tratando de identificarme con ella y su dolor.
Mientras ibamos conversando más y más, me compartió el sueño que tiene para sus hijas. “Quiero que vayan a la escuela y reciban una educación. Porque yo no fui”, añadió. Le recordé a Aishya el amor que Dios siente por ella y el valor que tiene a sus ojos. También le dije que Dios ama a sus hijas de la misma manera.
Antes de irme, oré con ella para que Jesús la protega, a su familia y para que ayudara a sus hijas a poder ir a la escuela.
- Por favor, ora para que las mujeres Rohinyá sepan que Dios las ama y las acepta.
- Oremos para que las mujeres Rohinyá se conmuevan con las historias de la película Jesús que ya están traducidas en su idioma, así como el ejemplo de la mujer pecadora perdonada, que demuestra claramente el amor de Jesús por las mujeres.
- Las oportunidades educativas para los refugiados Rohinyá son muy limitadas en países como Bangladesh y Malasia. Oremos para que haya más escuelas para los Rohinyá.