En el campo de refugiados más grande del mundo, me encuentro sentada bajo un libro de ilustraciones junto a Anna, mi ayudante de idiomas de 17 años. Estamos en la parte trasera de su cabaña familiar, donde sólo miembros de la familia y las mujeres tienen permitido el ingreso.
De pronto, ella se para y empieza a escuchar una gran conmoción de afuera. Se levanta rápidamente, corre detrás de la puerta y se agacha. Un segundo después, un hombre Rohingya, a quien nunca antes había visto, ingresa rápidamente y la empieza a buscar. El hombre descubre a Anna detrás de la delgada puerta y la toma. Su rostro refleja pánico, pero no hace absolutamente nada para defenderse. Yo entro, me paro entre Anna y el hombre Rohingya y grito “¡Váyase! ¡Váyase!”
El hombre da un paso atrás y aprovecho ese momento para cerrar la puerta en frente de él. En seguida, el hombre mete la mano por la ranura de la puerta en la parte superior, agarra el velo de Anna y se lo arranca de su cabeza. Anna trata de cubrir su cabello con sus brazos, pero ya ha quedado expuesta frente a él y eso trae deshonra para la mujer y para su familia. Justo a tiempo, consigo agarrar el otro extremo del velo e intentar quitárselo, pero de un momento a otro el hombre se ha ido. Anna se siente avergonzada y me pregunta si podemos dejar la clase para otro día, explicándome que está agotada.
Dos semanas después, Anna me cuenta que se va a casar. Con un mal presentimiento, le pregunto: “¿Te casarás con el hombre que hace poco te atacó?”. Sonriendo con tristeza, confirma mi preocupación y excusa el comportamiento de quien será su futuro esposo diciendo: “El evento fue una broma. Así hacen a veces los hombres Rohingya”. En un susurro, reconoce que estuvo asustada y que no quería dejar su hogar, pero su destino es casarse y quiere ser obediente.
Esta clase de incidentes son más frecuentes en el campo de refugiados, que en Rakhine, el lugar de origen de los Rohingya. Esto es algo que algunos hombres hacen si realmente quieren a una determinada chica, pero han sido rechazados previamente por una familia para casarse. Ponen a la mujer en una situación deshonrosa y entonces, para poder restaurar su honor, la familia tiene que darles la mano de su hija como esposa.
Para los padres y hermanos, se ha vuelto difícil proteger a sus hijas y hermanas en lugares tan densamente poblados como el campo de refugiados y sobre todo, de hombres jóvenes que se aburren, porque no tienen acceso a la escuela o al trabajo. Un padre Rohingya explicó por qué el intentó casar a su hija de 15 años lo más pronto posible: “Los campamentos tienen mucha gente. Como padres, sentimos que es más seguro que nuestras hijas se casen rápido para evitar cualquier tipo de incidente. Me preocupan los hombres jóvenes. Nunca sabemos lo que pueda pasar. Ellos podrían tomar a mi hija e irse y eso sería deshonroso para mi”
Oremos:
- Para que Anna y su futuro esposo aprendan a amarse y apreciarse el uno al otro.
- Para que los padres y hermanos de chicas solteras puedan encontrar formas de proteger a sus hijas y hermanas.
- Para que los Rohingya vean a las mujeres como creación valiosa de Dios, quien ha confiado a los hombres para que las traten con amor y cuidado.