Hoy lo he tenido en mis manos con un asombro casi sagrado. «¿Qué es eso?», me preguntó.
Conteniendo las lágrimas, le dije: «Esto, señor, es su tarjeta de registro de votante».
Hubo un silencio reverente por un momento, una sensación palpable de que este pequeño trozo de papel en manos de los Rohinyá estaba rompiendo generaciones de barreras de todo un pueblo, persona a persona.
«Los ciudadanos tienen derecho a votar». Es una de las frases que la gente practica para el examen de ciudadanía. El derecho a tener voz, a alzar la voz, a promulgar cambios, a ser parte de la solución.
La primera vez que le di una bandera estadounidense el día que aprobó el examen, la cogió cuidadosamente de mis manos y se la puso en el corazón y luego en la cabeza. La forma más sincera de agradecimiento y respeto que se puede dar en su cultura. Con lágrimas en los ojos, dijo: «Mi país».
Por primera vez en su vida, realmente pertenecía a su país.
– Oremos para que más personas experimenten la sanación que proviene de una identidad reconocida y un lugar al que pertenecer.
– Oremos para que los Rohinyá experimenten algún día su ciudadanía en el Reino de Dios como su lugar definitivo de pertenencia.
– Oremos para que más trabajadores vengan con las manos y los corazones abiertos a enseñar, ayudar, compartir y guiar el camino.